Era una tempestad tan sospechosa
de interminables te quieros y deseos,
era una sensación de vértigos voluptuosos
con un mar de oleadas y de brumas,
era lo que nada era,
la inmensa curva que en picada aflora,
soñando en puertos, bajo una sombra exigua.
Y en esa inmensidad, de arenal y fortuna
sin besos prometidos, ni deseados abrazos,
murió nuestra ilusión al poco instante
y murio enredado el sueño sin regazos.
en esa inmensidad, de arenal y fortuna
sin besos prometidos, ni deseados abrazos,
murió nuestra ilusión al poco instante
y murio enredado el sueño sin regazos.