¡Ay mi vida!,
la hija de Nueva Segovia,
esa que en su pecho lleva
pasión armonía y canto,
esa que me abre las sendas
de la esperanza florida,
esa que en su fronda lleva amor
y no pesadillas.
¡Ay, por ella qué daría!
¿Ay por ella que no doy?
¡Nada y nada!
Solo sé que ella es mi amada,
la que vino en aquel día,
y la que sin mí no se fue.
Basta con darle la vida,
basta con darle calor,
basta que nuestros idilios:
se conjuguen piel con piel.
Pensar que esa novia es mía,
pensar que ese don de amor,
ni molestan los achaques,
ni merece otro perdón.
Con ella solo se siente
sensación de melodías,
y que estando en agonía
se abren las puertas del cielo
y en tu rostro en homilía,
veo al ángel desprendido;
tu mi paz, tu mi consuelo
tu mi rosada fortuna.
¡Qué, sabiendo que en el suelo,
de vida tengo un infierno!
¡que sabiendo que en mi mundo
tengo un mar de desconsuelos!.
Viene mi ángel que desnudo
me da paz con sus sociegos,
viene mi ángel que de besos
me enciende el alma y exsudo.
Ay mi amor, la que en segundos,
cambia mi vida y mi mundo,
yo por ella voy sin rumbo,
yo por ella cuando muero
veo que cuando me mira
de contento resusito.